Proveniente del Reino de Suecia... mi segunda compra por Internet había llegado al fin, después de 2 semanas de larga espera.
Eso de comprar por Internet me estaba pareciendo una buena idea; después de haber comprado con mucho escepticismo, un Girasol para felicitar a una amiga en su cumpleaños, que vive por el momento en nuestro vecino país del norte, y saber que las cosas llegan en el momento y en la forma precisa en la que un formulario de compras prometió que serían, me decidí a probar suerte y hacerme un regalo con el pretexto de que mis perfumes se estaban escaseando en mi closet.
Tomé finalmente entre mis manos y con mucho miedo, con la duda de si era lo que había solicitado, la caja cuadrada envuelta con un papel rojo con motivos navideños; después de analizarla sensorialmente con el tacto, decidí compararla con la caja que aún contenía el frasco ya casi vacío, con excepción de lo que vendrían a ser las gotas de la felicidad en una botella de licor, de el perfume se suponía era igual al que contenía aquella caja envuelta. Una vez que me percaté que las dimensiones de ambos cuadros eran idénticas, procedí a desgarrar el envoltorio para finalmente cerciorarme de que efectivamente ahí estaba, mi Burberry intacto y sin una señal de ser una réplica bien hecha por algún laboratorio clandestino en Uzbekistán, como era mi temor al haber comprado dicha fragancia por Internet a un precio exageradamente grandioso para un artículo como ese.
Abrí la caja aún imaginándome que el frasco estaría lleno de un líquido verdoso y viscoso que pretendía hacer las veces de mi perfume, pero no, era tal cual la botella que yo ya conocía, conteniendo esa sustancia de color ámbar y perfectamente líquida. Retiré la tapa y disparé 3 veces del atomizador hasta que salió por él aroma de vainilla y cítricos que tanto me gusta, y fue entonces cuando pude respirar realmente tranquila, satisfecha de mi compra.
Cuando introduje el frasco lleno en su caja original, no evité pensar en cantidad de manos que tomaron dicho paquete, el encargado de bodega, el que lo envolvió, la que lo colocó en la caja para enviarlo en la paquetería, el mensajero, los empleados de las líneas aéreas, las autoridades aduaneras, mi cartero, y yo; sin tomar en cuenta las narices del perro pastor alemán que seguro olfateó el contenido en búsqueda de mercancía ilegal.
Así fue como desde el hermano Reino de Suecia, como rezaba la orden de envío adjunta al paquete, llegó mi segunda compra por Internet; ahora solo me resta escoger que otro regalo me haré pronto.
Desde el Puente de Londres para el mundo
Kara
Este es un espacio para compartir con ustedes un poco de la aventura que significa vivir.
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