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lunes, 14 de junio de 2010

La Entrevista

Desde que envié la solicitud a la fundación en el pasado mes de Febrero, no dejaba de revisar mi correo formal ni un solo día. Ya por mediados del mes de mayo viendo más Próxima la fecha en que se anunciarían las adjudicaciones de las becas ofrecidas, lo revisaba hasta 3 veces diarias.



Finalmente una tarde a finales de aquel mes, el aviso llegó. Debía asistir a una entrevista en la ciudad del smog, el pasado Martes por la mañana pues había sido seleccionada como candidata a obtener una de las dos becas correspondientes a la especialidad que había elegido.



Así fue que habiendo reunido los catorce mil documentos que comprobaban todas las mentiras que dije en mi ridículum, me dispuse a no dormir la noche anterior para tomar mi autobús que me llevó hasta la ciudad capital a las primeras horas del Martes.



Tomamos un taxi de la central hacia la zona de Polanco, en donde sería mi entrevista. Durante los treinta minutos que prosiguieron el traslado, nos fletamos el programa de mariano Osorio que bien podría ser el programa favorito de ned Flanders si fuera real y mexicano, con cortinillas donde un conjunto que bien pudiera ser el Grupo Brindis, interpretaba canciones con estribillos como “Mariano está contigo, porque Mariano es tu amigo”. Llegamos a la zona deseada, y para matar las 3 horas que antelaban al momento de la verdad, desayunamos en aquella tienda/restaurante donde los esposos de las mujeres embarazadas pueden encontrar revistas, chocolates y enchiladas suizas hasta altas horas de la madrugada.



En punto de las 10:40 de la mañana, conseguimos llegar a las oficinas donde se llevaría a cabo el encuentro. Toqué el timbre y de pronto me encontraba ante un enorme patio de lo que fuera alguna vez una casa de gente pudiente de la capirucha, ahora convertida en oficinas anexas a una embajada. Me abrió la puerta una señorita policía que bien pudiera ser el álter ego de Sisi, personaje interpretado por Consuelo Duval, pues tenía el mismo carácter de funcionaria burocrática de alguna dependencia de gobierno cuyo papel es entorpecer cualquier trámite por más sencillo que parezca, quien me condujo hasta una oficina.



Una vez en aquel lugar, me topé con dos personas, seguramente candidatos también a obtener alguna de las becas ofrecidas, que se encontraban cómodamente sentados en un par de sillas y conversaban sobre la fauna y la flora del estado de Tabasco, de donde era ella, una psicóloga, de aproximadamente 32 años, quien trabajaba en una clínica de estimulación lingüística y él, era un joven de unos 28 años, callado y muy poco caballeroso, pues durante los 30 minutos que estuve de pié junto a ellos esperando me mandaran llamar, jamás hizo el más mínimo gesto de quererme ceder su asiento.



Al cabo de 35 minutos, y tras el ir y venir de cerca de 10 personas por minuto, que entraban y salían de aquella oficina sin darnos ninguna señal de lo que sería nuestra entrevista, se nos unió un joven que parecía tener alrededor de 26 años, delgado, apuesto, que portaba un traje impecable y parecía haberse apenas desembarcado de un vuelo trasatlántico, porque con él cargaba un par de maletas grandes y vistosas, en cuanto vio a una de las tantas personas que entraban y salían, le exigió, Cortez pero enérgicamente a una señorita que si era posible nos facilitara dos sillas, agregando, una vez que dicha señorita desapareció, que como era posible tal falta de civilidad, que seguramente era porque ya nos encontrábamos en territorio del país a que pertenecen aquellas oficinas; yo en ese momento pensé “él no quiere la beca…”.



Entablé conversación con aquel joven, quien resultó ser muy amable y agradable, y tras otros 10 minutos, fueron llamándonos a cada uno de nosotros para la cita, aunque de los cuatro a mi era a la única a quien no llamaban. Así llegaron y se fueron por lo menos otros 4 nuevos candidatos como yo, hasta que por ahí de las 11:40 llegaron por mí.



Entré a la oficina de mi entrevistadora, una señora de unos 45 años que me remembraba a Anabel Ferreira, aunque con acento de aquel país anfitrión. Con una voz chillante pero no molesta, me empezó sacando charla irrelevante pero útil para romper el hielo. Después de un par de minutos, me comenzó a requerir todos los documentos que me habían sido solicitados, se los entregué todos y mi inquisición inició.



Nunca había sido tan conciente de ese proverbio que reza “todo lo que digas será usado en tu contra” y gracias a Dios se trataba de una entrevista para una beca y no de una confesión sobre mi culpabilidad acerca de un delito, pues para decir lo menos, terminé haciéndole notar a la entrevistadora, quien me bombardeaba con sus preguntas, que yo era una persona negativa, seria, que no intima con sus compañeros de trabajo y de muy mal genio, pero por su puesto, no me di cuenta que había dicho todo aquello sino hasta al día siguiente que digerí la sutileza con la que me hizo sacar toda aquella información.



Salí de aquel lugar tras mas de 20 minutos de preguntas capciosas, tomamos el primer autobús de regreso a mi metrópoli, sufrí durante 5 horas mientras mi coxis se me encajaba al estómago, llegué a mi casa, me tumbé en mi cama mirando a la ventana y dejé todo en manos de Dios.



Desde El Puente de Londres para el mundo



KARA

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